Adriano fue emperador de Roma durante unos 20 años. Nació en Itálica (cerca de Sevilla) y un día mientras recorría Grecia, conoció a un joven llamado Antínoo del que se enamoró con locura. Se sabe que el emperador estaba descontento de su matrimonio con su esposa Vibia Sabina. O tal vez, lo que pasaba era que no le gustaba para nada Vibia Sabina, porque le encantaban los jóvenes de otro sexo. Antínoo iba a todas partes con el emperador porque Adriano no podía vivir sin él.
Antínoo era perfecto para Adriano: Estaba dotado de una belleza enorme, poseía una inteligencia destacada y aguda, y además era un gran cazador y atleta. Adriano era un hombre especialmente sensible hacia el arte y la cultura, quien seguramente se encontró complacido y deslumbrado con la aparición de Antínoo que encarnaba en un joven la belleza de esas estatuas. Era como haber encontrado una obra de arte viviente.
Antínoo
Adriano
Durante 8 años, todo fue perfecto hasta que Antínoo, en un paseo por el Nilo, desapareció, destrozando el corazón del Emperador “El perdió a su Antinoo mientras navegaba por el Nilo, y lloró por el como una mujer".
La verdad es que Antínoo no estaba nada mal
Lo que sucedió con exactitud a Antinoo en octubre de 130 es desconocido. Adriano simplemente escribió: “El ha caído en el Nilo”. El cuerpo del joven nunca llego a recuperarse.
Según una de las versiones recogidas por los historiadores, la muerte de Antínoo fue un accidente. Según otra versión, Antínoo se habría sacrificado por el emperador, para asegurarle, mediante este sacrificio, una vida larga y afortunada. Antínoo habría sabido por un astrólogo que su suicidio brindaría al emperador la posibilidad de seguir viviendo después del plazo que le había sido asignado por los hados. Retrospectivamente, no puede tampoco descartarse la hipótesis de una intriga palaciega. La esposa de Adriano no debió quedar demasiado afligida por la muerte de su competidor.
Inmediatamente después de su muerte, posiblemente incluso desde el mismo día en que ésta tuvo lugar, Adriano, profundamente dolido, comenzó el enaltecimiento de su joven compañero. En el mismo escenario del infortunado acontecimiento, a orillas del Nilo, en el Egipto Medio, ordenó levantar la ciudad de Antinoópolis o Antínoe. La ciudad y sus habitantes recibieron del emperador privilegios y favores completamente inusuales. En la misma ciudad se levantó también, posiblemente, el monumento funerario del favorito imperial. La construcción es mencionada en una inscripción jeroglífica sobre un obelisco hoy emplazado en Roma. Probablemente el obelisco estaba originalmente situado también en Antinoópolis, y simbolizaba el lugar del renacimiento del fallecido, según las creencias del Antiguo Egipto. Inmediatamente después de la muerte del joven, comenzó su adoración como divinidad o, al menos, como héroe.
"Si había esperado protegerme mediante su sacrificio, debió pensar que yo lo amaba muy poco para no darse cuenta de que el peor de los males era perderlo"- escribe Margherite Yourcenar en Memorias de Adriano.
Adriano, tras la muerte de Antinoo, entró en una depresión larguísima, de la que casi no se recuperó hasta su muerte en 138. Intentó suicidarse hasta 3 veces.