miércoles, 5 de febrero de 2014

La Cenicienta Egipcia



En un pequeño pueblo del Bajo Egipto vivía una joven de veinte años cuya belleza se asimilaba a la de una diosa. Su nombre era Nitocris.
Le gustaba ayudar a su padre que trabajaba como escriba de rebaños, contando cabezas de ganado y evitando las discusiones entre los ganaderos. Nitocris sabía leer, escribir y contar, y cuando su padre se jubilara, le sustituiría.
Todos los chicos del pueblo y de los alrededores deseaban casarse con Nitocris, pero ella sólo compartiría su vida con un hombre al que amara con todo el corazón. Los jóvenes seguían insistiendo pero ella los rechazaba tajantemente. Su padre se extrañaba, incluso le proponía casamiento con el apuesto hijo del alcalde, pero ella no podía soportarle.
Sus padres sólo deseaban la felicidad de la hermosa joven:
- Nitocris, solamente tú puedes elegir al hombre al que amarás como esposo.
La tarde estaba soleada y Nitocris salió a darse un baño al canal pensando que a esa hora nadie la molestaría. Se quitó las sandalias, se desvistió y se metió poco a poco en el agua que gozaba de una temperatura deliciosa. Estuvo nadando durante mucho tiempo.
Por allí cerca, los chicos cazaban o jugaban a la pelota. Cuando la joven volvió hacia la orilla, un chico le hizo señas con la mano ofreciéndole su ayuda para salir del agua. Se trataba del hijo del alcalde, que muy orgulloso, armado con un arco y unas flechas, le regalaba una liebre que había cazado.
- No quiero tus regalos. ¡Aléjate de mi! – dijo Nitocris.
- ¡Ni hablar! Deseo hablarte. Sabes que yo seré tu marido – contestó el joven.
- ¡Jamás! ¡Nunca me casaré contigo!
Nitocris se fue en busca de sus sandalias, cuando escuchó el ruido de un aleteo. Un halcón bajó hacia el suelo a gran velocidad cogiendo una de sus sandalias con sus garras, y de nuevo subió al cielo.
Cuando el hijo del alcalde tensó su arco apuntando hacia el halcón, Nitocris gritó:
- ¡No tires! El halcón es el animal sagrado del dios Horus, el protector del faraón. Nadie puede matarlo.
El joven se fue muy avergonzado por su acción.
Un poco más tarde se celebraba el consejo de ministros presidido por el faraón en el jardín del palacio. El rey (este faraón algunos consideran que fue Micerino, y otros dicen que fue un faraón bastante más posterior llamado Amasis II) continuaba soltero y esta situación no debía alargarse más. La Regla exigía que reinara junto a él una gran esposa real, pero ninguna le interesaba.
Estaba pensativo y no prestaba atención al ministro, cuando de repente, el halcón se abalanzó hacia el rey dejando caer algo en sus rodillas. Se trataba de una sandalia, la más bonita que jamás había visto. Rápidamente hizo llamar al jefe de guardia, y se dirigió a él enérgicamente:
- Envíe a sus hombres a todas las ciudades y pueblos y ordene que todas las muchachas se prueben la sandalia. ¡Encuentren a su dueña!


El hijo del alcalde iba hacia la casa de Nitocris, cuando vio a dos guardias cumpliendo el encargo del faraón. No dudó en preguntar qué ocurría, a lo que le respondieron amablemente. Sólo les quedaba visitar la última casa del pueblo que se encontraba al final de la calle. El chico, al reconocer la sandalia de Nitocris, trató de evitar que la encontraran. Pero en ese momento, la muchacha salió de su casa portando un ramo de flores de loto. El guardia, al verla, quedó impresionado por su belleza, y al probarle la sandalia comprobó que era suya.
Nitocris atravesó los inmensos jardines de tamariscos, sicomoros y palmeras, llegando a una enorme sala del palacio. El suelo estaba decorado con azulejos en forma de lotos y en las paredes se representaban preciosas pinturas con escenas de caza. Allí, en su trono, estaba sentado el faraón de Egipto.
La joven se arrodilló ante el faraón como muestra de admiración y respeto. El rey, portando sus insignias reales, la tomó de la mano ayudándola a levantarse. Admirado por su belleza, el faraón le calzó la sandalia que le había hecho llegar el halcón. Nitocris era la esposa elegida por los dioses, y ella se había enamorado del faraón.


Esta es la leyenda de Nitocris contada por Estrabón y en la que se basó la Cenicienta. La versión de otros autores, entre ellos la poetisa griega Safo, es prácticamente igual, sólo que en lugar de un halcón, la sandalia se la arrebata una golondrina.

En la realidad Nitocris fue una Reina de la VI dinastía egipcia. Es la primera mujer considerada oficialmente faraón, pues su nombre figura en la lista real del Papiro de Turín, aunque su existencia continúa siendo incierta. Hubo otras listas que fueron probablemente destruidas y tenemos constancia de que, antes de Nitocris, Meryt-Neith ejerció el poder supremo durante la I Dinastía. Ya veis que hubo más mujeres faraón aparte de Hatshepsut o Cleopatra VII. Incluso se cree que Nefertiti fue faraón bajo el nombre de Semenejkara.

Según Heródoto, Nitocris fué la esposa de un rey al que dieron muerte unos traidores, quienes ofrecieron el trono a la desconsolada viuda. Ella aceptó y comenzó a preparar en secreto su venganza. Hizo construir una gran sala subterránea, dónde invitó a los asesinos a celebrar un banquete. Durante la celebración, ordenó que se abriera un conducto que inundó el lugar.Los traidores murieron ahogados. Posteriormente se encerró en una cámara de cenizas que le provocaron la asfixia.

En un fragmento de Manetón se dice de ella que reinó doce años y poseía más valor que los hombres de su época y era la más bella de todas las mujeres; era rubia y de mejillas sonrosadas. Se dice que construyó la tercera pirámide.

No tenemos ninguna información arqueológica o literaria coetánea sobre Nitocris, por lo que se ignoran todos los aspectos de su reinado, ascendencia, hechos, duración. Muy pronto la leyenda se encargó de desdibujar su personalidad histórica, identificándola con la cortesana Rhodopis de Naúcratis y haciéndola constructora de la tercera gran pirámide de Gizeh (la correspondiente a Micerinos). Esta confusión tiene una explicación linguística : el cutis rosado de la reina en griego se llama “rhodophis”.


También se relacionó a Nitocris con una perversa Rodopis. Según una leyenda, a la hora del crepúsculo, en la llanura de Gizeh, cuando el sol esta a punto de desaparecer, se pasea en solitario una misteriosa mujer de gran hermosura, que no es otra que el mismísimo fantasma de la Reina Nitocris, el alma de la pirámide encargada de guardar el monumento. La tradición asegura que el hombre que cede a sus encantos enloquece.