lunes, 4 de junio de 2012

La púrpura es un bello sudario


Cuando cayó el Imperio Romano ya hacía tiempo que estaba dividido en dos: el Imperio Romano de Occidente y el de Oriente, más conocido como Imperio Bizantino (Este término se empezó a usar en el siglo XVIII, por su capital, Bizancio, actual Estambul, la gente que vivía allí en esa época se llamaban a sí mismos “romanos”).
El imperio romano de Oriente logró sobrevivir durante casi toda la edad media. Uno de sus gobernantes más célebres fue el emperador  Justiniano, que intentó reconstruir  el Imperio Romano. Se rodeó de grandes figuras que le asesoraron y le ayudaron durante su mandato como Triboriano, Belisario o Juan de Capadocia, pero, sin  duda, el personaje más influyente en la vida de Justiniano fue su mujer Teodora.
El historiador Procopio de Cesarea, describía a Teodora como una meretriz arribista que con las armas de la seducción y la intriga logró acceder al trono, pero vamos, que a Procopio le caían muy mal tanto Teodora como Justiniano… otros consideran que Teodora era generosa, compasiva con los pobres y devota cristiana.
El origen de esta polémica emperatriz no está del todo claro. La versión más divulgada cuenta que nació en el año 501 d.C. en un hogar humilde en la costa de Turquía o quizá en una de las islas cercanas, Creta o Siria. Su padre, Acacio, fue un cuidador de osos en un circo que viajaba por los pueblos junto al Danubio y que al morir, dejó a su viuda y a sus tres hijas en Constantinopla. Obligada por la miseria, la madre de Teodora permitió que las niñas deambularan por el Hipódromo, lugar donde se efectuaban carreras de cuadrigas, danzas, obras de teatro y exhibiciones de exóticos animales. En aquellas circunstancias, no había para ellas alternativas diferentes al teatro y la prostitución. Teodora comenzó a actuar a los diez años y pronto, su delicada belleza y el carácter demostrado en sus papeles teatrales, la llevaron a ser la favorita en las fiestas comunitarias de la nobleza, hasta el punto que rápidamente se convirtió en la actriz mejor pagada y más celebrada en Constantinopla. Cuenta Procopio que uno de sus números predilectos consistía en montar semidesnuda en briosos corceles.
En una fiesta Teodora y Justiniano, heredero entonces del Imperio, se conocieron y después de tener que enfrentarse a la ley que prohibía que la realeza se casara con prostitutas, criadas o mujeres de origen dudoso, Justiniano desposó a Teodora.
Justiniano, se convirtió en emperador en el año 527, y por tanto Teodora, con 27 años,  en emperatriz.
Teodora tomó cartas en distintos asuntos concernientes a mejorar la calidad de vida de las mujeres del imperio bizantino, influyendo en su esposo Justiniano para que codificara el derecho romano en el "Corpus Iuris Civilis". Inspiradas por ella aparecieron leyes que defendían la igualdad de la mujer, el derecho al divorcio, la prohibición de castigos por adulterio, el reconocimiento hacia los hijos bastardos y la defensa de sus derechos de herencia, la imposición de penas para los violadores, la posibilidad de abortar y la prohibición de la prostitución forzosa. Además, se encargó de crear planes de rescate para jóvenes que habían sido prostitutas, rehabilitándolas para otros oficios. También promulgó leyes que permitieran que las mujeres pudieran ser propietarias y heredar sumas de dinero o propiedades y además mejoró el sistema de atención a la salud femenina.Además, Teodora se encargó de crear planes para que muchas prostitutas fueran rehabilitadas y pudieran aprender otros oficios. Con este fin mandó construir un convento, situado en la orilla asiática del Bósforo, llamado Metanoia, donde las prostitutas reclusas aprendían diversos oficios, todos ellos considerados típicamente femeninos, tales como corte y confección, el huso y la rueca, cocina, enfermería, etc. Aprendizajes que se alternaban con los rezos, doctrina cristiana y el arrepentimiento de los pecados. Si contraían matrimonio, la Emperatriz se encargaba de concederles una dote. Y si persistían en el oficio, debían trabajar en burdeles regentados por ellas mismas, con reglamento especial para evitar los abusos. Sin embargo, también cabe atribuirle algún exceso como la exigencia de impuestos abusivos a la población para financiar obras faraónicas como la catedral de Santa Sofía, al igual que una actitud cruel con los opositores al régimen imperial.
En 548 se le manifestó un incontenible cáncer de pecho que en pocos meses le arrebató la vida. Tenía poco más de cuarenta años y había logrado entrar en la galería de personajes más relevantes y decisivos de la Historia. Su importancia se demostró tras su fallecimiento, pues el reinado de Justiniano entró, tras ese suceso, en el más absoluto de los declives.

“...aunque morir es la condición de nacer, es insoportable pasar del poder imperial a la ilegalidad. Dios no permita nunca que se me prive de la púrpura; no sobreviva yo al día que se me deje de aclamar como emperatriz. Si lo que quieres,emperador, es seguridad, eso es fácil de conseguir. Disponemos de dinero en abundancia; está el mar; están nuestros barcos. Pero ¡cuidado!, no vayas adescubrir, una vez a salvo, que habría sido preferible la muerte. Prefiero la vieja máxima: «la púrpura es un bello sudario».”
Palabras de la emperatriz Teodora) Procopio, b. p. i, XXIV 35–38

1 comentario:

Javier dijo...

La Edad Media fue una época especialmente misógina, y de ahí el valor de figuras como Teodora, que no se limitó a luchar por sí misma, sino que también se preocupó por la situación de las mujeres en su tiempo. Además, lo que sabemos de ella lo sabemos por Procopio, que era un buen exponente de dicha misoginia, y por tanto no la retrata de forma precisamente elogiosa.